jueves, 28 de febrero de 2013

QUE AMAINEN LOS VIENTOS

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Que amainen los vientos

Los movimientos ciudadanos como antídoto de una forma de hacer política basada en la corrupción

28.02.2013 | 02:01
Que amainen los vientos
Que amainen los vientos
Tanto nuestros actuales gobernantes como los aspirantes a gobernar la desintegración real, ética y moral que estamos viviendo en esta España, permanentemente tratan de «rehacer» o de «recomponer sistemas y soportes», como si se tratara de un automóvil destartalado lo que tienen en su mano, en vez de una nación. Sus ideas conllevan a un pensamiento residual acerca de qué es exactamente lo que se debe rehacer, recomponer, recuperar o revitalizar, amparados en que tienen la fuerza de la representación, pero «no hay peor decisión en un conflicto que las buenas soluciones a los planteamientos equivocados de los problemas».

Quizá su error sea el de no llegar a apreciar que el interés de una nación representa mucho más que el de la suma de las personas que la componen, puesto que con el interés del colectivo general, aparecen la relación, la interdependencia y la solidaridad de sus gentes.

Usan a menudo la teoría de la democracia inhabilitándola con sus parciales proclamaciones. Si sus agentes hacen lo que la teoría dice, entonces la teoría dice lo que sus agentes hacen. Todo calculado, calcular siempre, calcular sin cesar, sin tener nunca derecho al error ¡Qué vida! Y a eso lo llaman política social. Los errores siempre son de «los otros», que para eso no pueden modificar la teoría de lo que hacen. En términos de economía podíamos decir que están optimizando el coste de oportunidad ganándose la benevolencia de sus afines con las ventajas que de ello se pueden derivar.

Pero el escepticismo no debe ser la razón para que nosotros, «los otros», abandonemos el terreno de lucha. Hemos de tratar de buscar la verdad, pero ésta no viene en forma de paloma del Espíritu Santo que desciende sobre nuestras cabezas el día de Pentecostés, sino como el encuentro y resultado de una investigación positiva que se manifieste en propuestas múltiples. Será positiva mientras refleje un ideal común, y en este caso la convergencia llegará de forma progresiva.

Los «nuevos amos» de nuestra patria están siempre dispuestos a buscar para ellos mismos ese «siempre más». Todo les está permitido, incluidas la corrupción y la insaciable avaricia y abuso de poder. Sin embargo, ojo, ¡que no se equivoquen! Las nuevas tecnologías pueden ser su antídoto. Internet, instrumento del comercio electrónico globalizado, es también para lo mejor y para lo peor la herramienta de los contactos entre las personas a todas las escalas. Unas organizaciones o movimientos ciudadanos informan, alertan, se ponen de acuerdo y se movilizan. Así, el sobresalto por completo inesperado de la opinión planetaria ha dado al traste hasta con cierres de mercados que serían impensables en otras épocas, a causa de degradación de la imagen. Habrá, por lo tanto, que contar en adelante con la capacidad de movilización por este medio de las personas de buena fe en España.

La fuerza de los «nuevos amos» de la patria es la degeneración y reforma de las leyes con abusos autoritarios. La nuestra, «la de los otros», la de «los de buena voluntad», es la propia conciencia. Ellos creen dominar «el todo», cuando sólo dominan el aparato de producción de sus mentiras y, por lo tanto, podemos cerrar sus salidas a esta producción con sólo destruir su imagen. Podemos oponer a las presiones que ejercen en lo político la información de los ciudadanos que influyen en los votos. Solamente es meterse en la aventura de hacer uso de una libertad responsable. ¿Es una partida tan desigual como podía pensarse en principio?

Sepan los gobernantes y los representantes de la oposición, tan aptos para sembrar vientos, que habrán de cuidarse de recoger tempestades, si perseveran en su negativa de llegar hasta el fondo de los auténticos problemas que están creando, pero quizá, aunque tarde, aún están a tiempo si aceptan y reconocen que tienen el deber de mejorar el bienestar de sus compatriotas, más allá de cualquier beneficio personal. Esto daría lugar a una nueva forma de patriotismo fundamentada menos sobre el interés personal que sobre la lealtad a la nación española y a su ciudadanía que en su día les dio la oportunidad de representarla.

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