Nuevo éxodo
Evocación de la época en que era un privilegio para los jóvenes salir al extranjero
Toda su carga para el viaje era una enorme mochila sin huecos libres en el interior y a lo sumo complementada con un portátil colgado al hombro y colgada también, a estilo de medalla con cadena, una pequeña bolsa con unos billetes de la divisa del país receptor y una tarjeta de crédito con límite de cargo previamente establecido. Si les iba bien, podían quedarse, pero no era su fin. Pronto regresarían a su país donde se les abrirían todas las puertas para introducir a través de ellas sus experiencias y conocimientos adquiridos en su país adoptivo.
Pero algo ha cambiado en muy poco tiempo. Nuestros jóvenes ya no se marchan en grupo, sino uno a uno. Una cadena de acontecimientos en nuestra sociedad les ha dejado sin la posibilidad de encontrar trabajo en su patria. Estuvieron allí, en aquel país del recuerdo hace unos años, y quizá dejaron algún vínculo que les informa de que pueden encontrar algún trabajo con el que abrirse paso en su nueva etapa. No ganarán mucho, eso es seguro, pero podrán supervivir con cierta facilidad. Al fin y al cabo, aquí en su país no hay trabajo.
Buscan vuelos baratos y se van sin celebración alguna. Es como un manantial constante de savia que se desperdicia del acuífero de nuestro país y corre por un cauce que la lleva a países donde será mejor aprovechada. Nadie no afectado directamente por esta evacuación lenta aprecia esta emigración, ni siquiera los gobernantes que incluso hablan de leyendas urbanas tratando de minorar el efecto devastador de la huida del talento joven.
Con ellos también se van otras esperanzas, las de sus padres y la de toda una sociedad que ve cómo sus jóvenes han perdido lo mejor de su vida aprendiendo ¿y para qué?
Dejan atrás una sociedad gobernada sin principios, sin ética ni moral, preocupada y ocupada exclusivamente de su beneficio partidista, individual y de sus allegados, habiendo sido capaces de anteponer sus intereses a los de sus compatriotas y Patria, permitiendo ahora, incluso obligando con su desacertado obrar, a que se consolide la evacuación del mejor patrimonio que tiene un país que es el talento de sus mejores y más preparados jóvenes. A esta sociedad siempre la quedará la carga de no haber puesto a tiempo remedio a esta sangría intelectual.
Y mientras tanto, quienes trabajan, continúan exigiendo mejoras para sus grupos privilegiados que conservan una ocupación, sin querer renunciar a un bienestar social injusto, dado que el reparto del trabajo no es equitativo.
Una sociedad que permite el éxodo de su mejor activo sin poner remedio ante la pasividad de quienes están obligados a corregir y generar ilusión a estos jóvenes, me da la impresión que pronto tendrá que arrepentirse de esta inanición. No es aún excesivamente tarde para que la sociedad civil reaccione y exija acuerdos de gobierno para que todos juntos busquen la solución a este desvanecimiento de la inteligencia. Islandia lo ha conseguido.