http://www.lne.es/gijon/2012/09/11/razon-toquen/1296211.html
La razón de ser, que no la toquen
Gran parte de la sociedad civil está harta de los políticos
FERNANDO DE LA HOZ ELICES
No me sorprende que cuando inicio una frase, mi mujer no me deje
terminarla, porque sabe lo que quiero decir. Son muchos años viviendo
juntos, con muchos intereses comunes, sintiendo juntos y conociéndonos
juntos, por eso aunque la personalidad de ambos se mezcle en una
simbiosis ajena, se considera como una consecuencia lógica de la
existencia de una pareja compenetrada.
Al cabo de muchos años de convivencia, casi todo lo has vivido con tu pareja, o se lo has contado innumerables veces, o se lo has oído rutinariamente. No hay pregunta o respuesta que no conozcas. El roce y la convivencia continuada llega a difuminar los límites del ser entre los cónyuges, al menos a mi me pasa.
Pero, sin embargo, sí que me sorprende cómo algunos grupos de la sociedad española tienen los límites de su ser tan emborronados por los políticos de su ideología que sin tener cohabitabilidad con ellos son capaces de asumir como buenas y dar por hecho actuaciones que nunca podían imaginarse, aceptando de manera consciente hechos opuestos a las intenciones de su programa electoral.
Un Estado en democracia no debe ni puede aceptar actuaciones de sus representantes en contra de principios que los alzaron al poder, como aceptación de la cesión sin límites por el hecho de haberse acercado un ratito cada cuatro años a señalar un nombre en una lista cerrada por un partido político.
La sociedad actual no cohabita con sus representantes políticos, y lo que es peor, sus intereses no son coincidentes y, por lo tanto, no debe permitir ceder la identidad individual ni colectiva en favor de unas insensibles actuaciones sociales, abusando de una confianza que nunca se les ha dado en tal medida.
Gran parte de lo que podemos denominar sociedad civil, está harta de sus dirigentes políticos actuales y, por tanto, debe asumir la responsabilidad de corregir actuaciones de sus representantes no contempladas en sus programas electorales establecidos, debiendo exigir la dimisión de los mismos cada vez que no cumplen sus promesas. La veteranía de convivencia con estos malos dirigentes sin otra profesión que la mamandurria política no debe ser motivo para que nos usurpen los límites de nuestra propia existencia, pues sus intereses no son tan coincidentes como en las veteranas parejas.
La fuerza de la sociedad civil debe promover que se cambien las reglas del juego con la urgencia que requiere la situación actual española. Mientras no se exija modificar estas reglas de juego, la fuerza en la calle que vaya en otra dirección no tendrá sentido.
Al cabo de muchos años de convivencia, casi todo lo has vivido con tu pareja, o se lo has contado innumerables veces, o se lo has oído rutinariamente. No hay pregunta o respuesta que no conozcas. El roce y la convivencia continuada llega a difuminar los límites del ser entre los cónyuges, al menos a mi me pasa.
Pero, sin embargo, sí que me sorprende cómo algunos grupos de la sociedad española tienen los límites de su ser tan emborronados por los políticos de su ideología que sin tener cohabitabilidad con ellos son capaces de asumir como buenas y dar por hecho actuaciones que nunca podían imaginarse, aceptando de manera consciente hechos opuestos a las intenciones de su programa electoral.
Un Estado en democracia no debe ni puede aceptar actuaciones de sus representantes en contra de principios que los alzaron al poder, como aceptación de la cesión sin límites por el hecho de haberse acercado un ratito cada cuatro años a señalar un nombre en una lista cerrada por un partido político.
La sociedad actual no cohabita con sus representantes políticos, y lo que es peor, sus intereses no son coincidentes y, por lo tanto, no debe permitir ceder la identidad individual ni colectiva en favor de unas insensibles actuaciones sociales, abusando de una confianza que nunca se les ha dado en tal medida.
Gran parte de lo que podemos denominar sociedad civil, está harta de sus dirigentes políticos actuales y, por tanto, debe asumir la responsabilidad de corregir actuaciones de sus representantes no contempladas en sus programas electorales establecidos, debiendo exigir la dimisión de los mismos cada vez que no cumplen sus promesas. La veteranía de convivencia con estos malos dirigentes sin otra profesión que la mamandurria política no debe ser motivo para que nos usurpen los límites de nuestra propia existencia, pues sus intereses no son tan coincidentes como en las veteranas parejas.
La fuerza de la sociedad civil debe promover que se cambien las reglas del juego con la urgencia que requiere la situación actual española. Mientras no se exija modificar estas reglas de juego, la fuerza en la calle que vaya en otra dirección no tendrá sentido.