martes, 15 de febrero de 2011

Terminará esta crisis, pero no me preguntes cuando

http://www.lne.es/opinion/2011/02/15/terminara-crisis-preguntes/1033602.html

Terminará esta crisis, pero no preguntes cuándo

Imposible poner fechas para la recuperación económica, pero no es tarde para trabajar para conseguirlo

 07:44  
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Terminará esta crisis, pero no preguntes cuándo
Terminará esta crisis, pero no preguntes cuándo  
FERNANDO DE LA HOZ ELICES ¿Me preguntaré cuándo terminará de llover para cruzar la calle, si al otro lado he visto como un amigo se ha caído y requiere mi socorro? ¿Debo esperar a que termine de llover, o por el contrario, debo cruzarla a pesar de lo que llueve? Seguro que decido cruzar instintivamente, aunque me moje.

Esta crisis se terminará y se irá de la misma forma que cuando empezó, casi sin darnos cuenta; otra cosa es saber cuándo, pero ¿por qué tanta preocupación por la fecha de su desaparición? ¿Es que mientras dura, tenemos que quedarnos quietos? Nadie va a hacer las cosas que tenemos que hacer nosotros, por lo tanto, hagámoslas y pongámonos a trabajar en ello de inmediato, sin más esperas, pues el tiempo que perdemos es irrecuperable.

Por eso, no entiendo a nuestros gobernantes actuales anunciando cada vez que les sube el optimismo que la crisis ya ha tocado suelo y auguran una recuperación a fecha fija, lo cual les obliga a volverlo a pronosticar pasado ese tiempo (ya lo han tenido que hacer en varias ocasiones, desde que asumieron la situación de crisis que tampoco quisieron reconocer puntualmente) ¿Qué están consiguiendo con ello? Simplemente desmoralizar al ciudadano dando largas a la solución de los problemas.

Dentro de unas fechas tenemos elecciones autonómicas. Los políticos asturianos deben tratar de subir la moral a los ciudadanos, motivándolos a trabajar y a dar trabajo, así como a establecer condiciones y resortes que inciten a ello de inmediato, sin esperar a que amaine el temporal, pues ¡quién sabe! si tardará tanto que nos termine llevando la corriente por estar a la espera de que nos salven, cuando al lado tenemos un bote de salvamento en que lo único que hay que hacer es montarse en él.

Si para ponernos manos a la obra es preciso conocer la fecha del fin de la crisis y seguimos preguntándonos cuándo terminará, quizá la respuesta acertada sea «nunca», si lo que queremos es llegar a conseguir el parámetro de actividad y bienestar que teníamos en los años 2005-2006. Por ello, decidámonos en las urnas autonómicas a elegir a gobernantes que sean capaces de ilusionar y hacer trabajar a toda la ciudadanía, sin que pongan fecha de caducidad como a los yogures.

Las distintas crisis en las que estamos inmersos nos obligan a no establecer fechas para iniciar la recuperación: la de ética y moral no tiene espera, la de competitividad nos corresponde a todos los ciudadanos, pues todos hemos de aportar nuestra dosis de flexibilidad en los derechos y obligaciones, la crisis económica no nos la van a resolver los políticos, pues nuestros mayores ya nos decían que la mejor lotería es el trabajo y la economía. La crisis política es la única que en democracia tiene caducidad, y ya tiene un vencimiento a corto plazo. Corresponde a la sociedad civil confiar sólo en quienes sean capaces de gobernar con ejemplaridad, transparencia, honestidad y ética, aunque el programa electoral que presenten no sea del todo agradable a los oídos de los ciudadanos y en el mismo haya que incluir sacrificios, trabajo y una visión real de la situación asturiana. Dudemos por lo tanto de los malabaristas y charlatanes que ya empiezan a prometer un cielo en la tierra por el solo hecho de darles su voto.

martes, 1 de febrero de 2011

LO QUE HEMOS APRENDIDO DE ESTA CRISIS

http://www.lne.es/opinion/2011/02/01/hemos-aprendido-crisis/1027392.html

Lo que hemos aprendido de esta crisis

La necesidad de no confundir valor con precio y de empezar a valorar lo que queremos adquirir

 07:54  
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Lo que hemos aprendido de esta crisis
Lo que hemos aprendido de esta crisis  
FERNANDO DE LA HOZ ELICES Dijo Antonio Machado que confundir valor con precio es de necios.

Pero ¿a quién importaba eso en época de abundancia? Adquirir era lo importante, comprar era lo acertado, pues lo que pagábamos la propia inercia del mercado lo absorbía con facilidad y superaba el precio pagado de inmediato.

Después, han venido las burbujas y obligados nos hemos visto a rectificar y a acordarnos de la diferencia entre valor y precio, fijando unos principios para el futuro (al menos el inmediato) de cómo hemos de diferenciar entre un concepto y otro.

Hemos sentido la necesidad, obligados por las circunstancias, de adecuar lo que tenemos y deseamos a nuestras propias posibilidades.

Hemos aprendido que los gurús, expertos de gran prestigio, articulistas, predictores y entendidos en la materia económica, si estuviesen seguros de cuanto pronostican, serían multimillonarios.

Que las modas y las opiniones generalizadas no se convierten en ciertas por el hecho de que circulen en los medios, pues siempre existen riesgos, especialmente cuando aparecen beneficios desproporcionados a corto plazo.

Que quienes aconsejan qué hacer con el dinero ajeno no suelen tener la responsabilidad en el deterioro o la pérdida de su valor.

Que nadie en el mundo de la economía regala nada.

Que cuando nos dejamos llevar por la tendencia ante un producto de moda, la avalancha de compras, produce que la gente compre sin preguntar, en contraposición a lo que debiera ser: enterarse de su valor y después comprar. Recuerdo cómo en uno de los acontecimientos más llamativos vividos, la época de las acciones de Terra, se llegó a comprar cada acción a 160 euros, de tal forma que capitalizando el total de sus acciones la cifra superaba la de grandes bancos españoles, mientras su balance presentaba pérdidas. Después vino el derrumbamiento y dejó el precio en su valor.

Que la historia siempre se repite y nos ha traído burbujas que han llevado a la ruina a numerosas economías fuertes. En nuestro país, la última conocida es la del mercado inmobiliario, que aún no ha finalizado.

Que no debemos dejarnos llevar por los beneficios ajenos que nos cuentan nuestros amigos. Es curioso que sólo se cuentan las operaciones que nos han producido beneficio y pocos cuentan las pérdidas.

Distinguir el valor del precio implica simplemente que no debemos pagar por una cosa todo lo que nos piden por ella por el hecho de quererla para nosotros. Es preciso analizar su valor, tras asegurarnos realmente de la necesidad de la misma.

En el futuro, hemos de añadir un nuevo factor en las decisiones de nuestra vida, y es saber valorar lo que queremos adquirir. El mejor medio para ello es calcular el valor intrínseco, es decir, considerarlo como una inversión productiva y no especulativa. Lo que compro lo valoro por el beneficio que me va a aportar por sí mismo el producto adquirido, no dando valor al especulativo, que puede obtenerse porque alguien me pueda pagar más por él.

Llegado a este punto, no nos queda otra alternativa en la sociedad civil que intervenir individualmente en el propio mercado. Si el mercado actual no nos permite distinguir entre el valor y el precio de una cosa, tendremos que inventar otro mercado en el que el valor se equipare a su precio, adecuando siempre el producto adquirido a nuestra necesidad real y, especialmente, a nuestras posibilidades. Hay productos que, pase lo que pase con su valor real en origen, el precio final continúa incrementándose ajeno a la circunstancia de su valor de origen, como, por ejemplo, el efecto de los carburantes. Ahí es donde la sociedad civil deberá influir con sus decisiones para que en el futuro no sea así.